El país no termina una tragedia cuando es golpeado por una nueva, esta semana el llanto del hijo de María del Pilar Hurtado, líder social asesinada en Tierra Alta – Córdoba, después de recibir amenazas de las denominadas Autodefensas Gaitanistas, ha tocado las fibras más profundas de una sociedad herida; La vida es sagrada, pero este mantra en Colombia también se volvió parte del paisaje, son millones las víctimas y día a día la desesperanza y la agobiante realidad se alimenta con nuevas tragedias, nuevas víctimas, nuevos dolores.
Cada año millones de colombianos salen del país, muchos buscando oportunidades que la realidad nacional no les brinda; el desempleo sigue creciendo, la economía regional se ve afectada por fenómenos que se repiten anualmente y el rebusque ya dejo de ser una opción, ¿que vender en un territorio que no tiene suficientes recursos para comprar?. Esta realidad es la de muchos, pero también se presenta el camino del que toma la decisión obligado, el que deja su casa y sus pertenencias por salvar su vida y la de sus seres queridos. También encontramos un grupo de migrantes que toman esta vía por cansancio, por desilusión, llenos de desaliento salen del país y en una realidad como la nuestra, esta sería una decisión sana, queda entonces una pregunta ¿Deberíamos irnos de Colombia?
Pero más que contar una parte de la realidad, más que seguir con el agobiante relato de sufrimiento, más que ahondar en esa costumbre propia de los colombianos de resaltar nuevamente el dolor de las víctimas, quiero con este texto apelar a la esperanza, exhortar a la vida, la resiliencia y la fortaleza de los colombianos.
Como el hijo de María del Pilar, miles de Colombianos han vivido la tragedia de los grupos armados y son ellos los que diariamente nos enseñan fortaleza y esperanza, su vida es la muestra de porque Colombia tiene futuro y nos dan razones para seguir luchando en este país de desdichas.
Conozco la historia de un señor de la Macarena Meta, me reservo su nombre aunque miles lo han escuchado, pero les cuento, él vivió una tragedia tras otra, una perdida superada por una más dolorosa, cada agente del conflicto lo victimizó, cada actor armado marco su vida, pero a pesar de su triste y dura realidad, siempre, siempre, siempre encuentro una sonrisa en sus conversaciones, en su voz quebrada por los años solo escucho deseos de superación y de vitalidad, de lucha por su hijo y de amor por el prójimo.
Estoy seguro que para muchos la tragedia diaria de nuestro país, el altavoz de sufrimiento que las redes sociales y medios de comunicación conforman, les nubla la vista y les llena los oídos, los aparta de la otra cara, la cara de la fortaleza de los colombianos.
Tengo la certeza que el país debe cambiar, la realidad de ese niño que llora por su madre no será igual, quiero decirle que no fue su culpa, ni la de su madre, su sufrimiento es nuestro, pero desde estas letras le envió un voz de aliento, de fortaleza, en el país existen miles como él y estoy seguro que al igual que ellos, espero que él tenga la fortaleza y sea un ejemplo más de vida, de ganas y de esperanza, porque ellos son la respuesta de porque debemos seguir luchando por este país.